Solo seremos capaces de tratar el triunfo y la derrota de la misma manera cuando entreguemos todo en la competencia.
Solo cuando nos entrenemos con el objetivo de ser mejores cada día y no con el de competir, derrotar o mostrarnos mejor que los demás estaremos realmente progresando.
Pero solo seremos capaces de alcanzar la meta cuando estemos listos para deshacernos de aquello que nos perturba, de aquello que nos distrae y no nos ayuda, de aquello que nos estorba, de eso que nos ancla y lo cambiemos por los hábitos que nos enriquecen, que nos hacen crecer.
Solo alcanzaremos la meta cuando nuestro cuerpo y nuestra alma se alineen en busca de llegar a la meta.
Y cuando hayamos alcanzado la meta, antes de que se nos suban los elogios debemos ser capaces de trazarnos un nuevo reto, mayor, diferente, pero sobre todo, excitante.
Lo importante es acabar la carrera con una sonrisa en los labios, la sonrisa de la misión cumplida porque dimos lo mejor y no hay de que arrepentirnos.
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